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OPINIÓN
N
uestra sociedad está em-
pezando a comprender el
concepto de ahorro y efi-
ciencia energética (EE), centrando
la atención tanto de las agendas po-
líticas como de muchos otros sec-
tores, lo que conlleva que se esté
generando cada vez más concien-
cia sobre la importancia de adop-
tar medidas que apunten hacia esta
dirección.
El carácter limitado de las fuentes
energéticas tradicionales, el aumen-
to de su precio, el impacto ambien-
tal y la dependencia energética del
exterior son algunos de los factores
que impulsan el desarrollo del mer-
cado de servicios relacionados con
la eficiencia energética. Apuntar
que del total de energía que con-
sumimos a nivel mundial, tan sólo el
2% se aprovecha, desperdiciándose
el 98% restante, un hecho que no
puede ni debe dejarnos indiferentes
y que deja patente los patrones de
consumo energético tan ineficaces
que utilizamos aún en la actualidad.
No podemos ceñirnos a entender
lo que llamamos eficiencia energé-
tica como una mera práctica cuyo
objetivo principal es el de reducir
el consumo energético, optimizan-
do procesos, reutilizando recursos y
desarrollando fuentes de energía al-
ternativas y menos contaminantes,
manteniendo los mismos servicios
energéticos sin disminuir el confort
ni la calidad de vida o producción, si
ello no va acompañado de la mano
de pequeñas acciones que asegu-
ren y fomenten una plena sostenibi-
lidad socio-ambiental. En este sen-
tido, según señala Philips en su in-
forme sobre
El Índice de Prosperidad
Económica y de Productividad Ener-
gética 2015
, elaborado por The Lis-
bon Council, Ecofys y Quintel Inte-
lligence y encargado por el mismo
Philips, “la mejora de la productivi-
dad energética conllevaría un enor-
me potencial para la sociedad, ele-
vando el desarrollo económico y
ampliando los beneficios ambienta-
les y sociales“.
Todos y cada uno de nosotros so-
mos los que debemos crear las con-
diciones adecuadas para promover
el desarrollo de un sistema de in-
terdependencia y colaboración que
de pie a trabajar conjuntamente en
beneficio de todos. Aplicar el siste-
ma de compartir desde las bases in-
dividuales que cada uno tenemos a
nuestro alcance, en las empresas y
en la sociedad en general.
Si nos centramos en el sector ser-
vicios, para evaluar el nivel de efi-
ciencia energética de cualquier em-
presa, edificio, hotel u hospital, por
ejemplo, es fundamental estable-
cer en primer lugar indicadores que
se puedan controlar y comparar, en
función de la actividad que se pre-
tenda evaluar a fin de obtener una
visión del estado actual y del futu-
ro según su evolución; una práctica
que es posible gracias a la existencia
de auditorías energéticas, que per-
miten conocer de forma detallada
el consumo energético y la reper-
cusión en costes que ello supone a
las distintas instalaciones, además
de detectar las mejoras adecuadas
para reducir el coste energético.
Entre las acciones más comu-
nes que buscan mejorar la eficien-
cia energética y, por tanto, la ges-
tión energética de edificios e ins-
talaciones se encuentran la optimi-
zación de consumos energéticos,
sustitución de fuentes energéticas
por otras más eficientes y sosteni-
bles, mejoras tecnológicas con un
nivel de eficiencia más elevado (ilu-
minación, motores, etc.), optimiza-
ción de procesos industriales y de
automatización, así como la implan-
tación de sistemas de gestión según
las normas ISO, además de la ges-
tión y control de las temperaturas,
climatización o el uso de la luz solar,
entre muchas otras. Aun así, al mar-
gen de la implementación de este
tipo de acciones, no podemos olvi-
darnos de la importancia del factor
humano y social.
No cabe duda de que dichas ac-
ciones permiten racionalizar el uso
de la energía, lo que supone enor-
mes ventajas y beneficios no sólo
para empresas y particulares, sino
también para la sociedad en gene-
ral. Desde la reducción de los cos-
tes de producción, y la contribu-
Eficiencia energética y sostenibilidad
Jon Patxi Lerga
Director general de Grupo Sifu