Juan Luis Requena Socio Fundador Requena y Plaza Requena y Plaza

Normativas y diseño: ¿se puede cumplir con todo y seguir sorprendiendo?

En nuestra profesión tenemos una formación, y un carácter cincelado en el gremio, que nos obliga a no dar nada por hecho. Por desgracia, ocurren accidentes e imprevistos que nos fuerzan a replantearnos todo, aunque el hecho no vaya realmente con nosotros y no seamos los responsables. Nuestro oficio de observar, diseñar y adaptar los espacios en que vivimos, y en los que nos movemos, es una “obsesión” que no solo nos lleva a admirarnos de logros y novedades por parte de nuestros colegas, sino que también nos reta ante las dificultades que continuamente van surgiendo.

Percances inesperados

Cuando ocurren percances inesperados, nos sentimos especialmente consternados, y se mueve la conciencia, incluso aunque no sea algo debido al trabajo de quienes diseñaron el local. Seguro que todos los profesionales hacemos repaso de todos los proyectos en los que hemos trabajado y “auditamos” mentalmente si en nuestros trabajos hemos incorporado, u obviado, algún elemento que pudiera ser una “trampa” en caso de cualquier accidente. Damos por hecho que habitualmente se cumplen las normativas y que muchas veces, seguramente en un porcentaje altísimo de los casos, si hay algo “peligroso” en un espacio que diseñamos en su momento, se habrá colocado con posterioridad y posiblemente ni lo sabemos.

En España estamos muy sujetos a las normativas estatales y autonómicas, incluso a veces los ayuntamientos regulan ciertos aspectos a nivel local. Nos tenemos que ajustar a todas ellas a la hora de entregar cualquier proyecto pues, en caso contrario, no se obtienen los permisos de apertura. Y la propiedad de un establecimiento realiza una inversión para poderle sacar rentabilidad lo más inmediatamente posible, así que no nos podemos permitir un trabajo que incumpla normativa alguna y genere retraso en el retorno de la inversión.

Reglas cambiantes

Si bien es un requisito indispensable, también hay que reconocer que nos genera un gran esfuerzo. No son fáciles de cumplir normativas que son un mundo, porque las reglas son cambiantes en función de qué Autonomía o, incluso, población se trate. El tema es tan variable (por no decir “cuestionable” en ocasiones), que hasta la normativa varía entre Comunidades Autónomas para usos como guarderías o residencias de mayores: regulaciones que deberían estar escrupulosamente basadas en las necesidades de sus usuarios, siendo esas necesidades universales por el tipo de personas que utilizan esos centros. En el caso del diseño de hoteles y establecimientos hosteleros es igual, y aspectos que son válidos y encajan por ejemplo para el Ayuntamiento de Madrid, pueden valer o no en otras ciudades como Sevilla o Donosti, por poner otros ejemplos diversos geográficamente… Eso nos obliga a estar siempre estudiando los criterios de cada lugar y a colaborar si es necesario con profesionales expertos y habituales del mismo.

Por parte de nuestro estudio, nos gustaría destacar que contemplamos las normativas como un mínimo y que siempre tendemos a recomendar a nuestro cliente las mejores ideas para, no solo cumplir, sino superar esos requisitos mínimos. Nuestra misión, como conocedores de los materiales y sus aplicaciones, no es solo hablar de bocetos y propuestas de colores, estilos, tejidos, mobiliario… sino que también tenemos que conocer sus posibles riesgos y prevenirlos para -en el caso que se den- solventarlos con máximas garantías. Tenemos que hablar mucho con el cliente, explicar el porqué de cada cosa, y darle motivos para que confíe en nuestro criterio. Algo se está haciendo mal de partida si, cuando se presenta un presupuesto, solo se valora por el coste económico y no se pone encima de la mesa la seguridad de trabajadores y usuarios como un valor más del conjunto de la propuesta.

Accidente

Si hubiera un accidente, ¿cuánto vale la reputación de una empresa?, y ¿si se da el caso de que haya heridos o incluso víctimas? Muchas veces no hay una diferencia sustancial en presupuesto, se pueden poner alternativas, o se puede modificar el diseño sin perder la esencia, pero hay que buscar la opción más segura… y explicárselo a quien invierte, para que sea conocedor de los riesgos. Y otra cosa es que no podemos conformarnos con explicar, tenemos que asegurarnos que el cliente, independientemente de su capacidad o responsabilidad, ha entendido nuestra propuesta. Tenemos que comprobar la comprensión por parte de nuestro interlocutor, para tranquilidad de todas las partes.

Costará posiblemente más, sí, pero es importante. Porque, aunque nos requiera más tiempo y esfuerzo para hacer llegar el mensaje, argumentar y convencer, en el fondo sabemos que, si el cliente no asume esas sugerencias, el día que termine el proyecto y entreguemos la obra, perdemos nuestra influencia, y los trabajadores del local, los propietarios, o incluso los clientes, las prisas, el día a día, los añadidos posteriores, etc., pueden ir difuminando el diseño inicial, y que, llegado el momento de que algo pueda salir mal, salga mal con consecuencias nefastas.

Todos somos responsables

Para acabar, nos gustaría indicar que todo lo apuntado es algo que se debe tener en cuenta en toda la cadena de valor de cualquier proyecto, porque todos somos un poco responsables: quien fabrica los elementos constructivos o decorativos, los arquitectos y decoradores que diseñan contando con esos elementos, los obreros y oficios que los instalan, los propietarios que hacen la inversión y toman las decisiones al respecto, los trabajadores del establecimiento que son quienes más viven el espacio, los clientes que están llamados no solo a hacer un uso responsable, sino también a sugerir y comunicar cualquier observación como protagonistas del lugar porque, en un local de hostelería todo está hecho pensando en el público, y son quienes pueden tener una visión 360º de toda la experiencia.

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