La pandemia sufrida en 2020, y sobre todo el confinamiento, puso en cuestión nuestra forma de trabajar y vivir y, en muchos casos, revisamos nuestros valores como personas y como sociedad. Se quedaron de la noche a la mañana nuestros espacios corporativos vacíos y tuvimos que atender a nuestros clientes internos y externos de manera remota. Poco a poco, gestionando ocupaciones y medidas higiénicas, hubo una primera fase de retorno, y en la actualidad estamos con el retorno definitivo, pero… ¿realmente vamos a retornar como si nada hubiera pasado?
El efecto inmediato del confinamiento fue constatar que podíamos realizar muchas actividades de manera remota gracias a la tecnología. Unas tecnologías sencillas, de videollamadas o de compartir archivos en entornos digitales, que desde hace años estaban disponibles como parte de la transformación digital iniciada a principios de siglo. Lo más relevante es que al vernos obligados a utilizarla, como consecuencia del confinamiento, se utilizó de forma masiva, con lo que se dio un gran salto en la transformación digital pendiente, sobre todo en entornos más corporativos.
Por otro lado, las empresas, en su mayor parte, siguieron en funcionamiento y constataron también que sus empleados y colaboradores no necesitaban de la supervisión y control presencial heredado culturalmente de la era industrial de hace dos siglos. Se derribaron barreras culturales de desconfianza que frenaban la extensión de modelos de trabajo flexible o híbridos ya presentes desde hace años en unas pocas compañías.
La consecuencia de todo ello ha sido la implantación de manera generalizada en todo el mundo de modelos de trabajo flexibles o híbridos. Estos modelos, basados en la capacidad de la tecnología, dan la flexibilidad al empleado o colaborador de realizar su actividad en el lugar y momento que considere más conveniente, ya sea desde la
conciliación, la mayor productividad o comodidad.
Como Facility Managers, supone un nuevo reto, pues los espacios corporativos de trabajo, pasan de ser un lugar concreto al que obligatoriamente hemos de trasladarnos todos los días en un horario determinado, a ser un ecosistema de lugares de libre elección: espacio corporativo central, espacios satélites, nuestros domicilios y cualquier otro lugar, en lo que se denomina tercer lugar: cafeterías, coworking, centros comerciales…,
En este ecosistema de lugares de trabajo, centrémonos en los espacios corporativos solamente, ya que atender a nuestros clientes internos en movilidad requiere de una dificultad y reflexión distinta. Las oficinas actuales se transforman en HUBs Corporativos, donde las principales funciones son el servir como lugares de encuentro, de relación social, de trabajo en equipo y de aprendizaje, puesto que labores más individuales son las que parece podemos realizar en otros lugares más convenientes. Espacios de recarga social y cultural.
El contenedor sufrirá muchas modificaciones, tanto de reducción de espacio (entre un 30-50%) como en su configuración, donde el Workstation tradicional pasa a tener menos importancia (o ninguna), ya que las actividades que realizamos en ellos, son las que más fácilmente podemos hacer de manera remota. Además, se incrementa la calidad del diseño para lograr esa atracción, diferenciación deseada.
No olvidemos tampoco que la pandemia ha dejado constancia de que estamos en un mundo en constante cambio, por tanto debemos adaptar los espacios de manera continuada en función de las demandas y el uso, de ahí que se hayan desarrollado diferentes sistemas de medición del uso del espacio (actual y predicción), de forma que tomemos decisiones basadas en los datos reales.
Si el contenedor es importante, tanto o más lo es el contenido ¿qué ocurre en ese espacio? ¿Qué actividades y experiencias impulsamos? El diseño de la experiencia va a ser fundamental para atraer al talento humano, para que abandonen la comodidad de otros lugares y decidan ir al Hub Corporativo donde las empresas los fidelizan y se produce esa recarga social. Se abre así, una nueva dimensión del Facility Management: gestión de actividades, Concierge, gastronomía, salud, bienestar, ocio…
La experiencia (contenedor + contenido) como elemento estratégico y de diferenciación de las organizaciones
Estas demandas pasan también por una transformación de la arquitectura y el Real Estate corporativo que den acometer los propietarios. De edificios anodinos de oficinas como grandes contenedores herméticos de ‘granjas de pollos’, a la recuperación de una arquitectura mucho más orgánica, auténtica, más en contacto con el exterior y con el territorio, más abierta a la comunidad sobre la que se inserta y más sostenible.
En definitiva, una arquitectura más humana, poniendo a la persona en el centro, no el ego de las empresas.
Esto nos lleva a ver cómo muchas empresas, aprovechando las nuevas demandas, y la capacidad de financiar fácilmente el proyecto por la reducción considerable de coste, están trasladando su espacio corporativo central hacia ubicaciones más humanas, bien por su oferta de servicios o por su conexión con el exterior.
Estamos ante una oportunidad única de impactar sobre nuestras organizaciones, las personas, la sociedad y el planeta. Nunca antes la profesión del Facility Manager había estado en un lugar tan estratégico.
