El terremoto que ha sacudido a Turquía y Siria, con un balance provisional de 21.000 muertos y decenas de miles de heridos, nos deja un escenario catastrófico a su paso. Algunas de las imágenes más impactantes nos muestran edificios derrumbándose a modo de ‘cascada’ y multitud de ellos ‘cayendo a plomo’ causado por los graves daños en sus estructuras.
En el caso de Turquía los terremotos son frecuentes, pero aun así, sus infraestructuras siguen siendo demasiado vulnerables. Ignacio Arto, Doctor Ingeniero de Edificación, experto en rehabilitación estructural y colaborador del CGATE en temas de sismicidad explica que esto ocurre porque el terremoto afecta a los pilares de la planta baja, que es el elemento más solicitado en caso de un seísmo.
«Cuando hay un terremoto tenemos la sensación de que los edificios se mueven, pero no es así. Es el suelo el que se mueve, por lo que todo el esfuerzo se traslada a los pilares de la planta baja que colapsan, provocando el derrumbe del edificio. En algunas de las imágenes que nos ha mostrado la televisión, vemos cómo se rompe un primer pilar y a continuación, todos los demás caen en cadena porque no pueden aguantar la carga ni la solicitación que se desencadena”, señala Arto.
¿Podría ocurrir lo mismo en España?
Las imágenes tan impactantes que acostumbramos ver durante estos días tras el terremoto de Turquía y Siria nos hacen replantearnos si podría suceder algo similar en España. En este sentido, Alfredo Sanz, presidente de CGATE, lanza un mensaje tranquilizador y precisa que en nuestro país es altamente improbable que se registre un terremoto de estas características, pero, además, los edificios se llevan construyendo con medidas sismorresistentes desde hace tiempo. Un ejemplo son las vigas riostras que son habituales en cimentación y que hacen solidarios los esfuerzos a los que se somete una estructura, especialmente a los producidos por sismos.
En España, la Norma de Construcción Sismorresistente en Edificación (NCSE) regula las condiciones que deben cumplir los edificios para resistir un seísmo que se aprobó en 2002. Su ámbito de aplicación depende del uso del edificio y de las zonas. De esta manera, la norma es obligatoria en áreas con una aceleración sísmica superior o igual a 0,08g, como la que se da en las provincias de Huelva, Málaga, Granada, parte de Jaén, Almería, Región de Murcia, Alicante, Lérida y la parte norte de Huesca.
“En Turquía”, añade Ignacio Arto, “los edificios son materialmente más débiles que los nuestros, con peor control de calidad y, por norma general, han sido peor construidos». Por ello, una buena edificación, explican desde el CGATE, va a ayudar a minimizar los posibles daños en caso de un desastre natural. “De ahí que sea tan importante el Control de Ejecución de Obra que vigile siempre que la normativa se cumple de forma
escrupulosa”, afirma Sanz. En el caso de edificios muy antiguos que puedan presentar deficiencias estructurales se pueden solventar mediante una adecuada rehabilitación. En cuanto a los materiales con los que están construidos los edificios también pueden determinar su seguridad y cómo caerá el edificio.
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