Durante la pandemia de coronavirus España adoptó la costumbre de tener las ventanas abiertas para facilitar la ventilación a fin de impedir los contagios. Las ventanas de la mayoría de los edificios, tanto públicos como privados, realizaron su actividad diaria con las ventanas abiertas durante los dos últimos inviernos. Esta medida sencilla ha resultado muy eficaz para evitar los contagios en centros sensibles como los colegios, los centros hospitalarios y las oficinas en general. Pero la actual alarma energética podría afectar a la salud de los españoles, si para ahorrar energía se cierran herméticamente las ventanas en espacios interiores.
La alarma energética podría afectar a la salud de los españoles
Los habitantes de este país pasan el 90% de su vida en espacios interiores. En esos ámbitos cerrados se produjo aproximadamente el 75% de los casos de coronavirus. Estos dos datos ─unidos a la alarma energética que produce el aumento de precios─ podrían confluir negativamente contra la salud de los españoles. ¿Por qué? Porque el empeño actual de ahorrar recursos a toda costa podría incluir la nueva práctica de cerrar los espacios interiores para impedir el desperdicio energético. De llegar a suceder esto cabe plantearse un resurgir del Covid-19 y un aumento generalizado de enfermedades respiratorias, como alerta la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un espacio cerrado puede estar entre cinco y diez veces más contaminado que una zona exterior o, como se suele decir, al aire libre.
¿De qué depende la Calidad Interior del Aire?
La contaminación que afecta a la Calidad Interior del Aire (CAI) depende de un amplio abanico de factores, desde los materiales de construcción del edificio hasta los productos de limpieza, los niveles de dióxido de carbono y la humedad procedente de la actividad de las personas en ese espacio. La presencia de virus, ácaros y bacterias también incrementa esta contaminación, que origina enfermedades cardiovasculares y respiratorias, sin descartar daños hepáticos, renales y del sistema nervioso central.
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