El coste más importante de un edificio no es la inversión inicial realizada para su construcción, sino los gastos derivados de su mantenimiento a lo largo de toda la vida útil del inmueble, que en muchos casos supera los 70 años. Por eso tomar las decisiones adecuadas durante su construcción contribuirá a reducir este importe. Sumado esto a una adecuada gestión del activo, fruto del conocimiento intrínseco del edificio y su funcionamiento, se logra optimizar su rendimiento y alargar la vida útil del inmueble, generando un impacto positivo tanto en la salud de sus ocupantes como en el medio ambiente.
Para ello, el arquitecto técnico o aparejador se presenta como el profesional con capacidad para visualizar y analizar todo el ciclo de vida del inmueble, ya que conoce el edificio desde su fase de construcción y ha podido determinar con anterioridad factores clave como las necesidades de mantenimiento o los procesos de envejecimiento de los materiales y sistemas. Además, es capaz de detectar posibilidades viables para la recuperación y el reciclaje de los componentes del edificio, aplicando para ello criterios de economía circular.
Dicho esto, ¿qué factores atenderemos para mejorar el rendimiento del edificio a lo largo de los años? Básicamente, prestaremos atención a tres aspectos: la eficiencia energética, la seguridad y la salud, y el impacto ambiental.
Tomar las decisiones adecuadas durante la construcción de un edificio contribuirá a reducir los gastos derivados de su mantenimiento a lo largo de toda la vida útil del
Eficiencia Energética
Cuando hablamos de mejorar el comportamiento energético de un inmueble, automáticamente pensamos en los sistemas eléctricos y/o de climatización y nos olvidamos de otros elementos, sobre todo estructurales, que requerirán atención y mantenimiento con el paso del tiempo y que tienen una acción directa en la eficiencia energética. Nos referimos, por ejemplo, a la envolvente del edificio: fachada, cubierta y solera. Estos elementos son objeto de desgaste por la acción de factores externos y su deterioro afecta a la seguridad y a la salud, pero también al gasto de energía. El arquitecto técnico mediante la elección de los materiales adecuados para su construcción, podemos mejorar el rendimiento del edificio, minimizando las acciones necesarias para su cuidado y mantenimiento, al tiempo que se contribuye a la protección del medio ambiente.
Para que esto sea así, debemos tener presentes las características y comportamiento de los materiales, su uso en obra, su rendimiento energético y su impacto ambiental. El arquitecto técnico o aparejador es el profesional más cualificado para ello, con capacidad para determinar las necesidades presentes y futuras del inmueble.
En cuanto a los sistemas eléctricos, de climatización y de iluminación es importante conocer las opciones disponibles y elegir aquellos que nos permitan reducir el gasto de energía y sean fáciles de reparar o reponer a lo largo del tiempo: luces led, mecanismos de detección de presencia, calefacción de biomasa, sistemas para controlar el consumo de agua y calefacción… Su instalación permite controlar y reducir la factura energética.
Seguridad personal y salud
Otro aspecto fundamental para la buena gestión del inmueble es el conocimiento, control y buen mantenimiento de los sistemas que afectan a la seguridad personal y la salud de las personas: los sistemas de protección frente al fuego, la eliminación de barreras arquitectónicas y la introducción de elementos que mejoren la accesibilidad, los sistemas que redunden en una mejora de la calidad del aire interior, la gestión de los residuos, etc.
De nuevo el arquitecto técnico o aparejador se convierte en la figura fundamental para una correcta gestión de estos, muchos de los cuales introducimos en el edificio en su fase de construcción. En seguridad contra el fuego, por ejemplo, es importante el empleo de soluciones ignífugas que contribuyan a retrasar la propagación del incendio. También la correcta instalación de los cortafuegos, la ubicación de los sistemas de extinción, los puntos de evacuación o los accesos para el personal que trabaje en la extinción, que se deberán mantener en perfecto estado a lo largo de toda la vida útil del edificio.
Si hablamos de accesibilidad, nos encontramos con la instalación de rampas de acceso o de ascensores, barandillas y otros elementos que faciliten el tránsito de todos los usuarios por las zonas comunes del edificio.
Y si tocamos aspectos relacionados con la salud, volvemos a hablar de la elección de los materiales en función de su composición y comportamiento, ya que es importante contar con soluciones que contribuyan a mejorar la calidad del aire interior, que minimicen la acción del ruido y que estén libres de compuestos químicos nocivos para la salud.
Estas medidas se introducen en la fase de obra y deben revisarse y actualizarse a lo largo de todo el ciclo de vida del edificio, para que no pierda valor y siga siendo seguro y saludable para sus ocupantes.
Impacto ambiental
Los edificios son responsables de más del 40% de las emisiones de los gases de efecto invernadero en toda Europa y consumen entre el 20 y el 50 por ciento de los recursos físicos de su entorno. Por tanto, reducir su huella ambiental es primordial para luchar contra el calentamiento global y frenar así el cambio climático. Desde la UE se insta a los Estados miembros a poner en marcha la normativa necesaria para controlar las emisiones del parque edificado, ya que el compromiso es reducirlas en un 55 por ciento para el año 2030.
¿Cómo conseguimos controlar su impacto a lo largo de toda su vida útil? Para lograrlo es necesario analizar todo el ciclo de vida del inmueble, teniendo muy presente su fase de uso, ya que es durante ella donde se producen los mayores impactos en el medio ambiente.
Los edificios son responsables de más del 40% de las emisiones de los gases de efecto invernadero en toda Europa y consumen entre el 20% y el 50% de los recursos físicos de su entorno
Asimismo, será necesario valorar la instalación de soluciones que permitan no solo reducir el gasto en energía, sino convertir al edificio en un ente autónomo, capaz de generar sus propios recursos como puede ser la instalación de placas solares o los sistemas para la recuperación de aguas pluviales.
Atendiendo a estos tres parámetros desde su construcción y manteniéndolos a lo largo del ciclo de uso del edificio, garantizaremos su valor.