La Covid-19 sigue dificultando la vida de las empresas, a pesar de haber pasado ya más de un año y medio de su irrupción. Y es que la escasez de algunas materias primas o componentes estratégicos (como los chips semiconductores), unido a las restricciones impuestas para paliar la expansión del virus que han frenado la logística mundial, han tenido como consecuencia el alza de los precios.
Ahora el problema es el abastecimiento. Pese a la crisis momentánea causada por el virus el pasado año y parte de este, la demanda no ha decaído, pero no hay una oferta que se ajuste a la misma. A ello se le suma que la demanda del propio mercado asiático –proveedor mayoritario mundial en cuanto a productos manufacturados– ha crecido y han reorganizado su oferta para quedarse la mayoría de la producción ellos mismos.
Nos enfrentamos a una Navidad que podría verse afectada por este problema. La sombra de unas pascuas sin regalos está ahí, porque no son solo los juguetes que los niños no van a poder tener. La escasez salpica a todos los sectores, desde la automoción hasta la construcción, pasando incluso por algunos alimentos. Se trata de una crisis de oferta.
Logística en España: trabajo bajo pedido
La dependencia europea del mercado asiático es uno de los problemas por los que hay desabastecimiento en estos momentos, más aún cuando el modelo de compras y almacenamiento que hay en España es el de trabajo bajo pedido; es decir, las empresas no tienen mucho stock y trabajan solo cuando tienen encargos. Este sistema, sin duda, permite ahorrar los costes de almacenamiento y ajustar las compras de manera más eficiente; pero, por otro lado, hace que el peaje a pagar sea muy alto cuando nos encontramos en situaciones como la actual. También hay que mencionar que la cadena de suministro de Asia tiene unos plazos de entrega mucho más altos, lo que reduce la capacidad de reacción de los empresarios ante estos problemas.
Una de las soluciones a este problema estructural es diversificar la estrategia de compra para no depender tanto del mercado asiático. El reto es que la producción y fabricación de productos está localizado en Asia por los bajos costes que les supone a las empresas tener alojados allí sus fábricas y proveedores. Es fundamental que esta crisis nos abra los ojos a la necesidad de establecer políticas de compras diversificadas y programas de gestión del riesgo, que no solo tiene que ver con la pandemia. Dichos programas pueden pasar desde el desarrollo de proveedores alternativos con menores plazos de entrega, inversiones y control de la logística global y una mayor comprensión del nivel de stocks a lo largo de toda la cadena de suministro, no únicamente en las propias instalaciones. Ampliar las opciones, una gestión proactiva de riesgos y diversificar los proveedores permite tener alternativas y vías de reorganización que garanticen la llegada de productos y materias primas esenciales al viejo continente.
Relocalizar los centros de producción
Sin duda, una de esas opciones es relocalizar los centros de producción en el mismo territorio europeo, aunque eso conllevaría un notable aumento de los costes, pero reduciría los tiempos de espera y con ello la maniobrabilidad que tienen los empresarios para diseñar su estrategia logística.
En Alemania, por ejemplo, motor de la economía europea, la cifra de empresas que está sufriendo cuellos de botella ha subido desde verano más de un 18%, situándose en casi un 64% en estos momentos, según datos del Instituto Ifo. Esto quiere decir que dos tercios de compañías alemanas están paradas o con retrasos, esperando recibir los materiales aplazados. Estas cifras aumentan drásticamente casi otro 20% si hablamos de fabricantes de equipamientos eléctricos o automóviles, donde la escasez de microchips y semiconductores está afectando a esas industrias de forma severa. Es esencial que los costes ocultos vinculados a paradas y situaciones de desabastecimientos estén ponderados en la toma de decisiones. Las empresas cada vez deben considerar el TCO (Total Cost of Ownership) versus el tradicional COP (Cost of Product).
Otro de los problemas a los que afecta esta escasez de materias primas es la falta de minerales, esenciales para fabricar baterías y equipos de energías renovables, por lo que los objetivos verdes del Viejo Continente podrían verse truncados al no poder expandir esa demanda de energías renovables al ritmo esperado.
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También es importante el hecho de que la falta de unos productos en un sector afecta a otros. Por ejemplo, la falta de semiconductores, esenciales para el mundo automovilístico, puede hacer que al bajar la producción de coches también lo haga la de la pintura que utilizan para pintarlos, resintiéndose así la industria química. En este sentido, otro de los puntos clave es el factor humano, las relaciones sólidas y de confianza entre clientes y proveedores. Muchas soluciones solo se podrán encontrar si se trabaja desde un modelo de cooperación y open book versus modelos de confrontación tradicionalistas. Una crisis nos ayuda a identificar a los buenos proveedores.
Hay que tener en cuenta todos estos imprevistos y organizar bien nuestra logística empresarial para no quedarnos sin productos y mercancías que vender. El problema de esta crisis no ha sido la demanda, que no ha bajado, e incluso ha crecido, sino que no hay productos para satisfacerla. El objetivo de los empresarios ahora debe ser conseguir volver a tener flujo de productos para poder volver a niveles de ventas pre pandemia, una tarea que parecía que iba a resurgir una vez paliados los efectos más adversos de la Covid-19, pero que con estos imprevistos impiden que suceda.