¿Cómo han respondido las ciudades al coronavirus? ¿Cómo se han gestionado los distintos momentos y qué previsiones de futuro hay frente a las oleadas o rebrotes en invierno?
Estaremos de acuerdo en que nadie imaginaba una situación de emergencia sanitaria como en la que nos encontramos. De repente, las noticias que parecen lejanas se hacen muy próximas y empiezan a afectarnos muy de cerca. Llega la declaración del Estado de Alarma. De la noche a la mañana, todas las prioridades anteriores desaparecen. La seguridad de las personas se convierte en la máxima prioridad y las ciudades se esfuerzan en cumplir este objetivo.
Al igual que la ciudad, uno de nuestros primeros compromisos es colaborar en evitar la propagación del virus y preservar la salud de los empleados municipales implantando el teletrabajo. En un tiempo relativamente corto casi 500 empleados estuvieron capacitados para trabajar en modalidad teletrabajo, para lo cual se hizo acopio de portátiles, se incrementaron las capacidades de la infraestructuras y sistemas de comunicaciones, y se añadieron a las existentes algunas herramientas colaborativas.
Todo sucede con rapidez y se detecta una alta expectación entre los empleados en esta primera fase ante un teletrabajo que se impone de forma generalizada.
La ciudad se divide. Una parte de la ciudadanía esta confinada en sus casas y otra parte se afana por prestar los servicios esenciales y mantener la actividad mínima necesaria.
En los escenarios manejados de gestión de incidencias en la ciudad se valoraban incendios, accidentes, etc. pero nunca una situación tan atípica como ésta. Con el personal trabajando desde sus domicilios, la ciudadanía improvisa ante la situación de confinamiento. Del mismo modo, los procesos y sistemas se adaptan con la mayor velocidad posible para dar respuesta a las nuevas e incesantes necesidades que surgen.
Las ciudades con un mayor avance en la administración electrónica, en la digitalización de sus procesos y en el desarrollo de plataformas smart para la integración de datos y servicios han dispuesto de mayor capacidad para gestionar grandes volúmenes de datos y facilidades para integrar los datos procedentes de los diferentes servicios urbanos previamente sensorizados.
La desescalada y la vuelta a la normalidad devuelve a las personas a sus puestos de trabajo y se reanuda la actividad presencial. Surgen nuevas necesidades y es necesario adaptarse a la normativa sanitaria para gestionar la presencialidad de los ciudadanos y el control de aforos y distancias.
En estos meses se ha producido un importante impulso en la concienciación sobre la automatización de los procesos. La administración electrónica, el teletrabajo, las capacidades smart de manejar grandes volúmenes de datos, de gestionar información geoposicionada e integrada…, se han vuelto indiscutibles en los modelos de gestión de cualquier ciudad a partir de esta pandemia.
El futuro cercano apunta a nuevos brotes del virus que traerán nuevas medidas y restricciones. En la primera fase aparecieron la incertidumbre y la expectación ante la novedad. En las próximas oleadas, las necesidades están más definidas y las líneas de actuación más claras, aunque el camino se antoja largo y difícil.
¿Cuáles son las lecciones aprendidas sobre gobernanza inteligente (en sus tres dimensiones: sostenibilidad, resiliencia e inclusión)?
La pandemia de la Covid-19 ha mostrado lo poco preparados en general que están nuestros sistemas globales para hacer frente a actuaciones masivas y urgentes, una prueba de estrés inesperada para nuestra sociedad, nuestras infraestructuras y modelos de diversos sistemas: sanitario, transporte, energía, administración pública y para nuestra sociedad en general; y ha constatado la dependencia individual y colectiva de las comunicaciones. ¡Qué hubiéramos hecho sin la capacidad de conectarnos a internet!
A pesar de estas circunstancias y las posibles nuevas crisis que vengan, estamos ante la oportunidad de aprender de estas experiencias, reflexionar y promover un cambio que nos permita adoptar una mentalidad preventiva. Las medidas que se adopten próximamente tendrán el poder de transformar las ciudades y con ellas nuestra sociedad.
Una primera lección de esta crisis es que estamos inexorablemente ligados a la naturaleza y que el riesgo biológico, junto con el riesgo geológico, meteorológico, climático e hidrológico, ha pasado a un primer plano cuando parecía algo del pasado. Esto nos obliga a cuidar y a respetar más nuestro entorno y a adoptar medidas para buscar un futuro más sostenible. Con la reducción del transporte y los cambios en la movilidad hemos podido apreciar la disminución de las emisiones y la mejora de los niveles de contaminación de las ciudades.
La flexibilidad y la resiliencia son las nuevas reglas del juego en esta nueva normalidad. La digitalización y las tecnologías avanzadas son más críticas que nunca para permitir la flexibilidad y la resiliencia necesarias ante las situaciones de emergencia, y aportan ventajas competitivas para la continuidad de los servicios.
Existen diferencias significativas entre los efectos causados por sucesos como esta pandemia y otras situaciones como fallos naturales, de origen humano, tecnológicos u operativos. Las diferencias se basan en la escala, la gravedad y la duración de los acontecimientos pandémicos.
Se hace necesario que las ciudades diseñen estrategias de futuro basadas en la gestión de la resiliencia para proporcionar primero preparación y después una respuesta rápida, efectiva e integral a las situaciones que puedan surgir, y dar continuidad a los servicios más críticos. Así, se podrá asegurar la capacidad de comunicación de los ciudadanos, el trabajo a distancia, las capacidades de colaboración virtual, las soluciones digitales y las diversas necesidades de personas/familias para minimizar el impacto.
Es importante aplicar una mentalidad de ‘primero las personas’. La primera prioridad durante una pandemia debe ser la seguridad y el bienestar de las personas como base para cualquier planteamiento de actividad o responsabilidad. Una correcta comunicación de riesgos permitirá que las personas conozcan mejor la situación, incrementando la confianza en los líderes y en las medidas a adoptar, y mejorando la toma de decisiones.
No podemos olvidar las consecuencias económicas y sociales del virus, y habrá que tomar medidas para minimizar su impacto. La pandemia significa un duro golpe para la actividad económica y la vida social de las ciudades. El apoyo a trabajadores y empresas no debe hacer olvidar la necesaria identificación y ayuda a grupos vulnerables y establecer los planes y actuaciones para facilitar la vida de las personas afectadas significativamente por la crisis.
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