Naciones Unidas estima que, en el año 2050, debido al calentamiento global, tres cuartas partes de la población mundial vivirá en territorios afectados por la desertificación y residirá concentrada en ciudades, algo que puede agravar la crisis climática, si tenemos en cuenta que los entornos urbanos consumen el 80% de los recursos del planeta. Por ello se hace necesaria la descarbonización.
Se trata de un panorama que no solo empeora la problemática medioambiental actual, sino que acarrea en la misma medida multitud de preocupaciones sociales, sanitarias y de escasez.
Afortunadamente, aunque no avanzamos al ritmo óptimo para solventar todos estos problemas, sí que existen diferentes hojas de ruta para frenar el impacto del calentamiento global.
La Agenda 2030 es, quizás, el marco de referencia más conocido, por su exposición mediática. No obstante, la Unión Europea, a través del Green Deal (Pacto Verde Europeo), ha decidido posicionarse a la vanguardia mundial en el ámbito medioambiental y ha elaborado sus propias estrategias climáticas, con el fin de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que están más relacionados con la descarbonización y la eficiencia energética.
Afrontamos, por lo tanto, un reto mayúsculo, ya que el Pacto Verde Europeo implica que todos los estados miembro deben esforzarse por conseguir la descarbonización de Europa en el año 2050 y reducir la temperatura media continental a cifras preindustriales.
La taxonomía europea, que ejerce como guía normativa, y los fondos Next Generation, que facilitan el músculo económico, son algunas de las iniciativas comunitarias con las que se espera lograr este hito medioambiental.
Los retos de transitar hacia la eficiencia energética
Como respuesta a la presión regulatoria del Green Deal, el sector privado se ha movilizado a través de un impulso a sus estrategias ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza), donde los conceptos relacionados con la sostenibilidad se han posicionado como un pilar central de muchas de sus actividades.
Los certificados de sostenibilidad se han asentado en un sector cada vez más concienciado con la necesidad de transformar su modelo de producción
Sin embargo, la transición hacia un modelo sostenible se realiza de forma desigual, ya que no todas las áreas de actividad son igual de contaminantes. Por ejemplo, el sector de la construcción es responsable del 40% del consumo energético y de un porcentaje similar de las emisiones globales de dióxido de carbono.
Las cifras que presenta el sector de la edificación son incompatibles con el plan europeo para descarbonizar el continente y han sido una de las causas por las que el mercado inmobiliario ha tomado la delantera en materia medioambiental.
En este, los certificados de sostenibilidad, como BREEAM, han terminado por asentarse en un sector cada vez más concienciado con la necesidad de transformar su modelo de producción.
Desde nuestra experiencia, sabemos que las promociones de obra nueva ya cuentan con algún tipo de certificación sostenible y se diseñan desde un planteamiento eficiente y respetuoso con el medioambiente. Sin embargo, uno de los grandes retos que debemos afrontar es el de la rehabilitación energética, ya que en España el 80% de nuestro parque inmobiliario está obsoleto.
La llegada al mercado de los Certificados de Ahorro Energético, también conocidos como CAEs o Certificados Blancos, hacen hincapié en el desempeño energético de los edificios y exigen el cumplimiento de medidas de ahorro similares a las que solicitamos las metodologías de construcción sostenible.
A pesar de que los certificados y los CAEs son una herramienta útil para saber qué medidas debemos introducir si queremos reducir el volumen de emisiones de dióxido de carbono en los edificios, por el momento estas soluciones solo se aplican sistemáticamente en los proyectos de obra nueva, ya que afrontar la rehabilitación energética de nuestro parque inmobiliario implica un esfuerzo que va mucho más allá de la mera voluntad de sus propietarios.
Uno de los principales escollos para poder afrontar una renovación eficaz de nuestros edificios reside en la falta de recursos económicos por parte de las pequeñas comunidades de propietarios. A pesar de que los Fondos Next Generation y las políticas públicas han permitido la tramitación y el inicio de las rehabilitaciones en muchas ciudades, algunas comunidades vecinales y pequeños propietarios deben hacer frente a una parte de los gastos operacionales.
En este sentido, el sector financiero también ha contribuido con los denominados créditos o hipotecas verdes, que financian con un tipo de interés menor aquellas obras o proyectos que garanticen su sostenibilidad.
Al margen de los recursos económicos, existen otro tipo de limitaciones relacionadas con los recursos humanos y la escasez de materiales. Muchas empresas de la construcción denuncian la falta de personal cualificado para atender la alta demanda de trabajo. Además, a todo ello hay que sumar la problemática para adquirir determinados materiales que escasean, debido a un incremento de sus costes de producción, por el agotamiento de las fuentes de las que se obtienen o por problemas de transporte derivados de los conflictos bélicos y políticos actuales.
Los CAEs como guías de sostenibilidad
Al margen de todas las problemáticas mencionadas, no debemos dejar de esforzarnos por incorporar medidas que favorezcan la sostenibilidad y el ahorro energético en nuestros edificios.
Si bien es cierto que cumplir el objetivo de la descarbonización en 2050 es un reto mayúsculo, la irrupción de políticas medioambientales y el conocimiento técnico que acumula el sector en materia de sostenibilidad van a permitir que finalmente contemos con un parque inmobiliario con una huella neutra en carbono.
Los CAEs y los certificados de sostenibilidad no se deben interpretar como una imposición normativa o del mercado, sino como una herramienta que sirve de guía para revalorizar nuestro activo, aportar seguridad normativa a nuestro proyecto y ofrecer valor medioambiental y social en nuestro entorno.
Su aplicación, al igual que la metodología BREEAM en su categoría de Energía, hace hincapié en la adopción de medidas de ahorro como la instalación de luminarias LED, diseñar un correcto aislamiento térmico del inmueble, apostar por sistemas de climatización HVAC de alta eficiencia o someter al activo a auditorías energéticas periódicas.
La monitorización y la digitalización también nos permitirán optimizar la gestión energética del inmueble, dado que nos será posible obtener información en tiempo real sobre nuestros consumos y el volumen de emisiones de nuestro activo.
De esta forma, no solo podremos ofrecer con transparencia los datos de rendimiento de nuestro edificio, sino que también podremos adoptar la estrategia idónea para reducir nuestro consumo.