La depresión posvacacional no es una condición clínicamente reconocida, pero alude a la inquietud o apatía que determinadas personas —en especial las que trabajan— experimentan al regresar del descanso estival e incorporarse a la rutina laboral. Los directivos empresariales afrontan el reto de garantizar que sus empleados consigan volver de sus vacaciones y reanudar su labor con entusiasmo.
Otros nombres para este fenómeno son síndrome posvacacional, tristeza posvacacional y melancolía vacacional. Podrían parecer términos punteros nacidos en este siglo, pero lo cierto es que los primeros textos donde se menciona el concepto son de la década de 1950.
Síntomas del síndrome posvacacional
Los efectos de la angustia posvacacional pueden interferir en la rutina diaria, incluyendo las relaciones personales y el cumplimiento de responsabilidades al regresar al trabajo o a los estudios. Los indicios o señales de que se padece este trastorno varían en función de las circunstancias de cada individuo, pero esta lista enumera los síntomas que suelen componer un cuadro del síndrome:
- Cansancio excesivo, apatía y desinterés
- Falta de concentración
- Insomnio y sopor durante la jornada diurna
- Cambios de humor e irritabilidad
- Ansiedad, inquietud y tensión
- Fatiga muscular y ocular
- Mareos, náuseas y molestias estomacales
Cómo conseguir que tus empleados quieran volver con entusiasmo al trabajo tras las vacaciones
Un buen procedimiento anticipatorio puede contribuir a impedir este síndrome o reducir los efectos. La táctica adecuada es procurar que la etapa intermedia entre las vacaciones y el trabajo sea lo menos abrupta posible.
- Prolongar la jornada intensiva
Un número cada vez mayor de empresas opta por prolongar la jornada intensiva, es decir, el horario continuo sin interrupciones, acortando el número de horas de oficina o teletrabajo. Unos convenios determinan que la jornada intensiva dure del 1 de junio hasta el 30 de septiembre; otros del 15 de junio al 15 de septiembre; otros incorporan los meses de julio y agosto; otros solamente agosto. Sea cual sea la fórmula elegida, las empresas que mantienen este modelo de jornada durante el comienzo del otoño contribuyen a que el regreso vacacional sea menos brusco.
- Reorganizar la carga de tareas
Un sistema que adoptan algunas empresas es encomendar labores simples a los trabajadores que primero regresan a su puesto tras las vacaciones, ampliando de manera escalonada la cantidad y la intensidad de las obligaciones. Esto permite incrementar progresivamente el caudal de trabajo.
- Convocar una reunión de bienvenida
También es eficaz reunir a todo tu equipo a la vuelta de vacaciones. Si el clima lo permite y puede ser al aire libre, mejor todavía. Un tiempo de esparcimiento común facilita la transición del ocio al trabajo, aderezado con las anécdotas veraniegas de cada cual. Esta bienvenida conjunta sirve para fortalecer los nexos de amistad profesional entre los miembros del grupo y afianzar su implicación en las etapas venideras.
Efectos del estrés laboral en el mercado de trabajo español
En España una de cada cuatro bajas laborales —un 25% del total— se deben al estrés. Por tanto, este problema afecta al 54% de la población activa. Por el momento es el segundo motivo de ausencia laboral, tras las dolencias musculares y óseas. Estos datos suscitan el interrogante de si se estará enfocando adecuadamente este problema tan extendido. El problema no es unilateral, ya que ambas partes sufren las consecuencias. El trabajador con estrés se encuentra mal y su alteración influye en su entorno inmediato, generando situaciones de . En cuanto al empresario, puede perder altas cantidades económicas por este motivo.
Todo esto indica que garantizar una buena salud mental de los empleados y los líderes empresariales es indispensable para proteger el rendimiento y la productividad laboral. Según informa la AMAT (Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo) en España el estrés laboral provoca casi el 25 % de las bajas laborales, lo que hace perder más 25.000 millones de euros al año. A esa cantidad hay que sumar el cálculo de 55.000 millones de euros que se dejan de ingresar por el incumplimiento de los trabajadores fallidos. Es decir, que si a las pérdidas reales se añaden los ingresos no obtenidos, el coste total asciende a 80.000 millones de euros al año por estas causas.
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