El camino hacia la descarbonización del sector de la edificación empieza a dibujarse en el horizonte. Una hoja de ruta que tiene varios hitos temporales: 2025, 2030 y 2050, y en cada uno de ellos diferentes retos que alcanzar. Y el primero de ellos, uno de los más complicados, consiste en la eliminación del uso de combustibles fósiles en los edificios.
Para conseguir la neutralidad climática que demanda la Comisión Europea para 2050, es preciso actuar, primeramente, sobre el edificio residencial, que es donde se produce casi el 40% del consumo de energía.
Pero no siempre es fácil; si bien los inmuebles de nueva construcción, con la normativa actual, ya se pueden considerar de consumo de energía casi nulo, no ocurre lo mismo con las más de 13 millones de viviendas existentes en nuestro país, que no cuentan con ninguna medida pasiva de ahorro energético, aislamiento fundamentalmente.
Es por ello que urge acelerar las intervenciones de rehabilitación energética en el parque edificado, tal como ya estaba contemplado en la Estrategia a largo plazo para el sector de la rehabilitación en España (ERESEE 2020). Es preciso actuar en los edificios levantados antes de 1980, que fueron construidos sin tener en cuenta normas básicas de aislamiento (la primera normativa se publicó en 1979). Pero, además, una vez ha sido intervenida la envolvente (fachada, cubierta, suelos, ventanas…), elementos por donde más se escapa la energía, debe maximizarse la implantación de energías renovables en los bloques de viviendas, principalmente la fotovoltaica y la aerotermia que tienen más capacidad de crecimiento.
Economía circular de los procesos y productos
Tampoco podemos perder de vista la importancia que tiene la circularidad en el sector de la edificación; tenemos que ser conscientes de la huella de carbono o la cantidad total de gases de efecto invernadero que se generan durante la vida útil del edificio. Pero también se produce por las emisiones, asociadas a los materiales de construcción.
En este sentido, la descarbonización tiene que empezar a llegar a los productos para la construcción, y para ello es importante promocionar un mayor uso de materiales de origen natural y llevar a cabo un proceso, sostenible en la fabricación de los mismos, incluyendo su transporte.
Nadie duda de que las fases de construcción y demolición, unidas a la cadena de suministro de materiales, suponen una parte importante de la huella de carbono que tendrá todo el edificio durante su ciclo de vida. Es por ello que la circularidad en la edificación debe obligar a una mayor revalorización de los residuos generados en fábrica, durante la obra y en la misma demolición. Fin que se consigue con el cumplimiento de políticas más exigentes.
Financiación verde
Con todo, la transformación del sector de la construcción implica inversiones importantes, sobre todo en lo que a economía circular se refiere: fondos privados, pero también públicos.
Si hablamos de los segundos, la irrupción de los fondos Next Generation se ha convertido en una oportunidad única para renovar los edificios residenciales y las viviendas con criterios medioambientales, aunque ciertamente las ayudas convocadas por las distintas comunidades autónomas apenas han llegado a las comunidades de propietarios.
Los fondos privados son, asimismo, una vía para acceder a capital. Para ello, la Taxonomía europea establece una serie de criterios para definir la sostenibilidad de los edificios construidos y rehabilitados, concretar qué es una actividad económica realmente sostenible, para en función de ello recibir la financiación, fundamentalmente privada pero también pública, que permita desarrollar el proyecto constructivo.
Según un reciente estudio de Green Building Council España (GBCe), impulsores de la Hoja de Ruta de la Descarbonización, el sector inmobiliario no es suficiente conocedor de los requisitos establecidos en la Taxonomía debido a dos hechos fundamentados debido a su reciente implantación.
Este informe demuestra, asimismo, que los criterios pueden ser muy ambiciosos en sus inicios para las empresas de la construcción que todavía no tienen en su cartera proyectos con certificados de sostenibilidad con una alta clasificación e incluso positivos.
No obstante, desde el Consejo General de la Arquitectura Técnica de España (CGATE) creemos que la Taxonomía de la Unión Europea, de reciente aprobación, es una buena herramienta de clasificación para movilizar inversiones verdes en el sector, y con ello conseguir que las rehabilitaciones y construcciones de edificios tengan el menor impacto ambiental posible.
La rehabilitación energética, sin duda, precisa de recursos económicos para llevarse a cabo, pero también revaloriza el inmueble y aporta ahorros energéticos.
Según nuestras estimaciones y, en base a la calculadora energética que hemos desarrollado, un salto de letra en la calificación energética en zonas climáticas D y E, puede significar para los usuarios ahorros en su factura energética superiores a los 600 euros anuales.
La hoja de ruta hacia la descarbonización ya se ha iniciado, y es importante remar todos juntos, agentes, administraciones y ciudadanos, par alcanzar los objetivos de neutralidad en carbono fijados para 2050. El tiempo juega a nuestro favor.