La construcción de edificios e infraestructuras representa una de las categorías que más contribuyen a las emisiones basadas en consumo de las grandes ciudades del mundo. Estas emisiones de gases de efecto invernadero representaron el 11 por ciento de las emisiones totales asociadas al consumo en 2017 y las previsiones muestran que aumentarán al 21 por ciento en 2050. Incluso si los gobiernos nacionales y las ciudades cumplen sus compromisos, las previsiones y tendencias de aumento de población, estándar de vida y urbanización creciente siguen indicando que las emisiones de la construcción de edificios e infraestructuras aumentarán en un 29 por ciento para 2050. Estas emisiones nos alejan de los objetivos de mantener el aumento de la temperatura mundial por debajo de 1,5° C. En este sentido, el estudio Buildings and Infraestructure Consumption Emissions, realizado por C40 Cities, Arup y la Universidad de Leeds, detalla las oportunidades de disminuir las emisiones de consumo relacionadas con la construcción de edificios e infraestructuras en todas las ciudades del C40 y, en última instancia, pone de relieve lo que las ciudades pueden hacer para reducir esas emisiones hasta 2030 y 2050.
Cuando nos replanteamos cómo se construyen los edificios y la infraestructura utilizando un enfoque de ciclo de vida completo, encontramos importantes oportunidades para reducir las emisiones de efecto invernadero
Un enfoque de ciclo de vida completo abarca la construcción de edificios e infraestructuras desde la planificación hasta la deconstrucción. En este sentido, es esencial la interacción con toda la cadena de valor, incluidos los inversores, los promotores, los encargados de formular políticas, las comunidades, los diseñadores, los ingenieros y los fabricantes de materiales. Esto supone que la colaboración debe ser un aspecto crítico de cualquier intervención efectiva. De esta forma, aunque la financiación pública puede contribuir a que la industria se adapte a los cambios necesarios, lo más importante es que haya una visión a largo plazo en la que se definan los cambios regulatorios apropiados para que el mercado y la cadena de suministro puedan desarrollar soluciones eficaces.
Seis áreas clave
El estudio estima que con un cambio en seis áreas clave de la industria de la construcción podría alcanzarse los objetivos. Estas áreas pasan por implantar la eficiencia en el diseño de materiales, mejorar el uso de los edificios ya existentes, cambiar los materiales de altas emisiones por alternativas como la madera sostenible donde sea apropiado, usar cemento bajo en carbono, reutilizar materiales y componentes de la construcción, y emplear maquinaria de construcción de emisiones bajas o cero.
En este contexto, la eficiencia en el uso de los materiales en la construcción de edificios e infraestructuras es uno de los medios más eficaces para reducir las emisiones. Esto significa, en primer lugar, evitar el exceso de material estructural, a menudo impulsado por el sobredimensionamiento de los diseñadores. Es posible reducir la cantidad de materiales utilizados para construir sin disminuir sus prestaciones o seguridad.
La optimización de la compra de materiales, así como la planificación del proceso de construcción, también puede reducir el uso de materiales y los residuos en obra
Por otro lado, cabe resaltar la evidencia de que los edificios son infrautilizados y a menudo caen en desuso antes de que lleguen al final de su vida útil. La utilización de los edificios puede incrementarse promoviendo la renovación sobre la nueva construcción y fomentando el uso eficiente del espacio y la infraestructura existentes a través de un diseño flexible, que considera los posibles usos futuros de un edificio permitiendo que el interior sea reconfigurado para diferentes funciones. Por ejemplo, las viviendas podrían ser reconfiguradas para una familia distinta o las tiendas podrían ser diseñadas para transformarse en espacios de oficina. Además, podrían promoverse los cambios de hábitos como el teletrabajo o el coworking.
En cuanto al uso de materiales de construcción, la madera es propuesta como una alternativa emergente al hormigón estructural y al acero. La construcción con madera es una solución apropiada siempre que se asegure su suministro sostenible siguiendo normas y sellos reconocidos internacionalmente como FSC. Debido a su potencial para actuar como sumidero de carbono, el uso de la madera en construcción tiene altos niveles potenciales de secuestro de CO2.
El hormigón es uno de los materiales de construcción con más emisiones asociadas, ya que uno de sus principales componentes es el cemento
La producción de cemento requiere gran cantidad de energía, pero su proceso de producción puede ser optimizado para reducir las emisiones. Cementos alternativos con componentes como la piedra caliza y calcinados arcilla pueden reducir hasta un 30% sus emisiones de dióxido de carbono.
La reutilización de los componentes de los edificios puede tener un gran impacto en la reducción de emisiones de efecto invernadero. Por esta razón, un gran número de ciudades, regiones y países están tratando de aplicar los principios de la economía circular a su sector de la construcción. El diseño de un edificio debe ser modular y reversible para poder ser fácilmente deconstruido para su posterior reutilización. Para ello es necesario que exista un mercado establecido para los componentes de construcción deconstruidos.
Las emisiones de las obras tienen también gran impacto en la contaminación atmosférica y acústica en la ciudad. Por ejemplo, se ha estimado que el 14,5% de la contaminación por partículas en Londres se debe a la materia local de las obras de construcción (Bellona, 2019). Avanzar hacia la construcción de baja o nula emisión mediante la inclusión de vehículos eléctricos y biocombustibles es una opción para también abordar las emisiones con foco en las obras urbanas.
Si las ciudades cambian la forma en que planifican, diseñan y construyen edificios e infraestructuras de acuerdo con las intervenciones identificadas en este informe hasta su máximo potencial, las emisiones acumuladas de la categoría podrían reducirse en un 44% para 2050.